Mis comienzos

Cuando tenía veinticinco años me fui de misiones a Nicaragua, el segundo país más pobre de América después de Haití. Una experiencia que me marcó, dado que aprendes a ser más generoso y a valorar muchas de las cosas que aquí tenemos y que, sin embargo, ni siquiera le damos importancia.

Misiones en Nicaragua

Regresé con una inquietud: ¿cómo podría ayudar a las personas sin tener que desplazarme tantísimos kilómetros y hacerlo de manera continua y no puntual? Además, era más que consciente de que el hombre buscaba la felicidad con ahínco, pues yo mismo era uno de esos buscadores, porque en muchas ocasiones me sentía vacío.

Me formé mucho. Estudié dos carreras universitarias: Magisterio de Educación Física, Inglés y Francés y una Licenciatura en Traducción e Interpretación de Idiomas; un Máster en Intervención y Mediación Familiar, además de infinidad de cursos. ¿Y qué descubrí tras una incesante búsqueda? Descubrí que el ser humano se sostiene en tres pilares fundamentales: físico, psíquico y espiritual. ¡Tenía que trabajar los tres para estar equilibrado!

Seguí un proceso de desarrollo personal apasionante, dándome cuenta de lo importante que era luchar por los sueños que uno tiene en su corazón, siendo muy consciente de que no me podía ir a la tumba con ellos. ¡Tenía que ponerme en acción! Fue entonces cuando encontré la respuesta a la pregunta que me había planteado al inicio: ¡podía ayudar a través de la escritura!

Comencé escribiendo La Ciudad Milagrosa, aunque tuve que autopublicarme la novela porque como era un autor desconocido: ¡nadie confió en mí! Sin embargo, tenía ese sueño y luché por él, consiguiendo un feedback muy positivo por parte de los lectores, lo que me animó a seguir escribiendo. Así que escribí una segunda novela: Moviola de tres vidas truncadas, y esta obra, así como las sucesivas, fueron publicadas por una editorial. Luego llegaría El lunes a las diez, quizás, mi mejor obra narrativa junto con Ya no hay vuelta atrás. También escribí seis obras infantiles, todas ellas se trabajaron en colegios e institutos, destacando El poder de Joel, la cual fue elegida por el concurso de Convivencia en las aulas que organiza la ciudad de Villarreal por medio de la policía local y profesores de instituto.

En busca de la felicidad

Sin embargo, a pesar de todo este trabajo, mi corazón estaba inquieto, no acababa de sentirme lleno, porque yo sabía que la vida era para vivirla en plenitud. ¿Acaso fallaba mi físico, es decir, mi salud? ¡No! Estaba como una roca porque siempre hacia deporte. ¿Flojeaba mi psique? ¡Tampoco! Estaba muy formado en psicología y no tenía ningún síntoma de problemas psicológicos con una gran fortaleza mental. Entonces, ¿flojeaba mi espiritualidad? Algo me hacía sospechar que podría ser ese el problema porque a pesar de hacer oración o ir a misa, siempre tenía la impresión de estar hablando solo o con una pared, hasta el punto de llegar a dudar de la existencia de Dios…

En esa búsqueda infinita, llegaría el punto de inflexión en mi vida, el que marcaría un antes y un después. ¿Cómo? A través de una experiencia apasionante: ¡los ejercicios espirituales de mes de san Ignacio de Loyola!

Así es, me aventuré a vivir un mes en silencio realizando contemplaciones y meditaciones del Evangelio según las instrucciones que dejó san Ignacio de Loyola, siendo el único laico del grupo, conformado por sacerdotes y monjas. ¡Qué locura!

Fue en aquel mes cuando descubrí lo que es realmente la felicidad: ¡tener paz interior! Pero no un estado de alegría puntual y pasajero, ¡no! Es un estado de gozo profundo que se consigue cuando realmente conoces a Jesús y lo sigues con infinita confianza.

Mi experiencia de Dios

A continuación os compartiré la experiencia que yo tuve de ese Dios que la sociedad intenta ocultar y que incluso se le ha dado un sentido despectivo a la palabra “Dios”, como si ser creyente fuese cosa de locos o tarados, un concepto ficticio o absurdo. Incluso me llama la atención escuchar teorías, como la famosa Ley de atracción, donde todo lo que le pides al “universo”, si realmente lo crees, te lo concede. O sea, el universo son galaxias, planetas, estrellas… ¿Adónde envías tu mensaje, a Júpiter? Todo, menos nombrar a Dios, dado que el despropósito de algunos hombres considerados religiosos ha provocado un sinfín de injusticias o el hecho de culpabilizar a Dios por no tener un mundo mejor, por ello muchos piensan que si existiese no permitiría la injusticia. ¡Yo mismo lo llegué a pensar!

El caso es que estaba yo felizmente en el ecuador de ese mes de ejercicios espirituales, cuando un día me encuentro con una gran dificultad. ¡La eucaristía diaria! Me aburría ir a misa todos los días, pues no estaba acostumbrado. Además se celebraba a las 20 horas cuando ya me encontraba muy cansado, porque agota el programa con sus charlas e intensas meditaciones acompañado de un silencio riguroso.

A las 19:55 tenía claro que me iría a dar un paseo por los maravillosos jardines de Loyola, sin embargo, me entraron ciertas dudas: «A ver si se van a molestar porque me salto la misa»… «Lo estoy haciendo todo muy bien, tendré que hacer un esfuerzo e ir».

Un minuto después: «Uff, yo me largo a dar un paseo por los jardines, es que no aguanto más. ¡Me aburre ponderosamente la misa!».

Estaba yo en esa ardua encrucijada espiritual donde tu espíritu te dice una cosa y tu mente otra.

A las 19:59 salgo de mi habitación. A la derecha, las escaleras para ir al jardín; a la izquierda, a escasos unos metros, la capilla donde tendría lugar la misa.

Yo no sé ni cómo, pero mi cuerpo que se iba a enfilar a toda prisa por las escaleras, acabó dirigiéndose a la izquierda para cumplir con la misa.

Y allí estaba yo, el ser más desganado del mundo en una misa que anhelaba terminase con prontitud, porque encima estaba hambriento y quería ir a cenar. ¡Qué malestar!

En este estado y no otro, fue cuando sucedió lo más grande que he vivido en mi vida. En el momento de la consagración, cuando el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo, algo que no había entendido nunca, mi cuerpo comienza a experimentar un gozo y una paz desmesurada, algo verdaderamente embriagador. Mi cuerpo se inundó de un amor infinito, algo que jamás podría explicar con palabras porque no existen, pero era como que tu cuerpo levita y pasas a un plano diferente, a un plano donde el AMOR, así en mayúsculas, te embriaga de tal forma que sabes sin la más mínima duda de que se trata del amor de Dios, porque yo no podía inventarme aquella situación, ¡Imposible!, si segundos atrás estaba un hombre cansado, hambriento, desganado, malhumorado porque no estaba dándome un paseo, angustiado por estar donde no quería estar… No cabía la menor duda de que Dios era real y que lo que sucede en la consagración: ¡una verdad absoluta! Fue así como Dios se me mostró, de la forma más atípica, pero no podría haber escogido una mejor, porque entre otras cosas me permitió entender el misterio de la vida y de su creación. Fue como que permitió que mi alma, no mis sentidos, experimentara lo que es el Cielo y el verdadero amor de Dios.

Fui un privilegiado, lo sé, porque para mayor deleite, Dios me permitió sentir ese amor descomunal durante todo el resto del retiro. Yo no escuché su voz como otras personas dan testimonio de ello; yo no vi a Jesús o a María, como algunos videntes; pero sí sentí su amor y su paz, esa paz que no da el mundo, porque esa paz yo no la había sentido en mi vida y tampoco podía inventármela. Y fue así cómo descubrí que Jesús es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, además eligió la consagración del pan y el vino para mostrarse, lo cual es conmovedor. Ahora sí entiendo la misa y mi alma añora el cuerpo de Cristo cuando no he podido tomarlo por las obligaciones del día a día.

Nacimiento de la trilogía El psicólogo de Nazaret

1. El psicólogo de Nazaret

A partir de ese día, mi vida cambió y allí mismo recibí la inspiración para escribir El psicólogo de Nazaret, una obra sencilla pero que muestra el poder de Dios porque su lectura ha cambiado la vida de cientos de personas, algunas en estado muy crítico, bien porque habían perdido la esperanza y deseaban suicidarse o porque estaban hundidas en profundas depresiones u otras enfermedades relacionadas con la salud mental. En todo caso, yo no tengo mérito alguno, sino que Dios, en su infinita misericordia, cuando a través del libro abren su corazón a Jesús, este les toca con tanta fuerza que es capaz de transformar al lector de forma radical y sorprendente, insuflándoles un aliento de vida perdurable en el tiempo.

2. La psicóloga de Medjugorje

Lo que yo no sabía es que El psicólogo de Nazaret continuaría y que lo haría a través de otras experiencias muy fuertes que Dios me permitió vivir y que acabaría narrando en la segunda parte: La psicóloga de Medjugorje.

Esta obra los lectores la describen como “pura armonía”. Para mi sorpresa, también en esta obra se produjeron varios milagros, como el de una chica que sufría insomnio crónico y que fue sanada justo el mismo día que acabó de leer la novela y puso en práctica una de las enseñanzas del libro. ¡Fue muy emotivo! O el hecho de que una lectora pudiese sentir la fragancia de la Virgen durante su lectura. ¡Qué bendición!

Testimonio de La psicóloga de Medjugorje

3. El psicólogo de Pietrelcina

Tiempo después llegaría la tercera parte, El psicólogo de Pietrelcina, donde el padre Pío juega un rol importante en esta obra tan inspirada para ayudar a matrimonios y noviazgos. Es una satisfacción enorme ver a grupos de matrimonios trabajando esta novela e incluso se han creado grupos especiales de lectura, como en Honduras, dado que las obras ya están en América.

Y es así cómo se conforma la trilogía El psicólogo de Nazaret que ya está dando la vuelta al mundo de manera humilde pero satisfactoria, dado que son muchos los testimonios que recibo y que me animan a seguir en esta misión literaria. Libros que incluso están transformando la vida de muchos presos que habían perdido el sentido de la vida y que, tras su lectura, se convirtieron en personas nuevas. Como aquel caso, por narrar uno, de un preso que todos los días buscaba pelea. Era capaz de tumbar a quince tíos y no recibir ni un rasguño, gracias a sus 120 kg de puro músculo. Su ira, su furia, la descargaba contra el cuerpo de los demás, hasta que leyó la trilogía de El psicólogo de Nazaret y su vida cambió por completo. Ahora se define como un osito de peluche, dejando que se le acerquen las personas y no volviendo a pelearse con nadie.

Testimonio de un interno del Centro Penitenciario

Conclusión

Solo sé que la vida es maravillosa, a pesar de las dificultades. Por ello te animo a cultivar tu cuerpo, tu mente y tu espíritu. No tengas miedo de acercarte a la fuente de vida que es Dios, porque nada tienes que perder. Investiga y, sobre todo, ponte a tiro, porque así descubrirás por ti mismo si Dios es real o una invención de los hombres.

Yo solo puedo decir una cosa: “Jesús, contigo y como Tú”.